Me encanta asomarme al porche, mirar al cielo celeste y escuchar los chorros de agua de la piscina, como si en unas semanas entrase la primavera. Sin embargo, tengo muchas ganas de colocarme una bufanda y oler a tierra mojada; tengo ganas de ver llover y esperar nerviosa el trueno que sigue al relámpago.
Cuando era pequeña me daba terror, ahora no es que las esté esperando, pero cuanto menos me produce algo así como adrenalina que hace que me sienta más "viva".
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